Análisis literario culebronidad y escepticismo 2
ANÁLISIS LITERARIO: CULEBRONIDAD Y ESCEPTICISMO 2
Varias veces me sentí obligado a interrumpir mis artículos sobre ética familiar por hechos ocurridos en nuestro país y al repetirse la ocasión creo que he encontrado la forma de conectar la actualidad con el análisis que estaba haciendo a través del concepto de culebronidad y escepticismo, como hemos manifestado anteriormente en un comentario de diferente tipo.
Para comprender lo que queremos decir recordemos nuestra definición Definición de culebronidad tendencia cultural en proceso de formación o firmemente asentada en la realidad de transformar cualquier suceso en un culebrón y también nuestro mecanismo de formaformación del culebrón: En Chile, el concepto de “noticia en proceso” y el “del imperativo moral” de buscar el culpable exista o no y de desenmascararlo frente a la opinión pública.
En alguna parte dije que lo que más me gustaba de mi papá era verlo reírse: tenía una enorme guata, muy movible que mientras se reía a mandíbula batiente se movía de arriba abajo y también hacia los lados siguiendo el ritmo de sus carcajadas pero también me gustaban sus palizas, ocasión que para hacerlas más efectivas usaba la mano izquierda pues era zurdo. No me gustaban porque fuera un enfermo emocional sino porque ambas eran una manifestación de amor y debo decir que el caballero tenía un repertorio muy limitado.
Cuando mi padre peleaba con mi mamá los gritos de rabia se escuchaban en toda la casa. Cuando con mi esposa con muy poco tiempo de matrimonio llegamos a alojarnos, al despertar vi que tenía una cara de espanto, preocupado le pregunté por qué y ella me dijo algo así como no oyes a tu padre gritar y yo le dije no te preocupes ya se le pasará y mientras lo decía pensaba que iba a ser una lástima que cuando se reconciliaran no estuvieran solos y no iban a poder usar su idiosincrático modo de operar. Celebro que entre mis malas conductas no estuviera la costumbre de “culebronear”
Una de las primeras veces que hice clases lo hice con un grupo que estaba acostumbrado a usar “malas palabras” en sus conversaciones y que después de unos minutos con ellos decidieron olímpicamente multiplicarme por cero. Terminé la clase desesperado y salí al patio con tanta suerte que escuché una conversación en que mis alumnos se decían el uno al otro: viste al mariconcito que nos tocó por profesor, si, es tan dulce para hablar… qué mala suerte hemos tenido. Como por casualidad tenía después del recreo otra hora de clases con ellos, al estar frente a frente tuve la oportunidad de usar todo el repertorio de palabrotas que en mi corta vida había aprendido y después de eso pude en un ambiente tranquilo y relajado enseñarles lo que tenía preparado.
Y eso porque ni esos alumnos ni yo habíamos aprendido a culebronear, mi me estaba esperando el inspector general, ni el furgón de carabineros para llevarme detenido y sabía que no había una laya de periodistas culebrones, ni un público acostumbrado a no decir lo que piensa o que se deja llevar por las opiniones de otros.
El comportamiento de ninguno de los personajes de la telenovela “Los Casablancas” pueden enmarcarse dentro de una ética si todos ellos o alguno envuelto en un conflicto tiene mentalidad culebrona. Menos pueden aprender a mirar sin escepticismo la vida.
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