EL SUICIDIO
EL SUICIDIO
Cuando alguien se suicida lo primero que hacemos es pensar en los sufrimientos que lo llevaron a tomar tal decisión; y eso es natural y humano, pero inútil: no podemos hacer nada pues para él todo terminó; pero si podemos centrarnos en el dolor de aquellos para los cuales fue una persona significativa.
El impacto para ellos es devastador: haberlo visto vivo y contento para después verlo sin vida, y en su cara todo el sufrimiento que logró ocultar a los demás; hace nacer en nosotros serias dudas de nuestra capacidad empática y de solidaridad y de nuestra habilidad para crear entornos acogedores. La fractura de la familia nuclear es tremenda y dolorosa por lo incomprensible y repentina; surge la culpa y la soledad se apodera de nosotros y es ahí cuando como cristianos, debemos transformarnos en caminos de esperanza, paz y reconciliación; sin palabras porque estas a menudo carecen de la incondicionalidad para estar ahí, sino con pequeños gestos repetidos de comprensión y de ternura.
Hay que aprender a buscar la paz y seguirla; huir de los por qué y de la culpa inútil; hay que tener siempre presente que el que murió hizo desaparecer con él un cúmulo de relaciones que se quebraron para siempre. Algunas para nosotros eran evidentes, y otras no tanto, con las primeras podemos hacer mucho y con las otras prácticamente nada; fuera de darles la libertad de expresar su dolor.y guardarnos para nosotros mismos nuestra extrañeza e incomprensión.
Reafirmemos los lazos afectivos con todos; ellos y no uno, son los que decidirán si son importantes o no. Reconozcamos a todos su derecho de amar que no fue otorgado por nosotros sino por el que ya no está. Dejemos de lado todos nuestros prejuicios, suspendamos permanentemente el juicio, abramos los brazos, aprendamos a amar.
Los funerales son la oportunidad que tenemos todos los seres humanos de mostrar a los demás que no somos unos brutos; y que consideramos que toda vida es importante y significativa. Nuestras relaciones post funeral con los seres humanos que fueron queridos y quisieron al suicida, podrá constituirse en una oportunidad increíble de crecimiento humano y de desarrollo personal; recordemos siempre que nuestra actitud debe promover y posibilitar el perdón y la reconciliación en la familia y sus relaciones.
Quizás el único derecho inalienable de todo ser humano es quitarse la vida. Respetemos al que muere en estas condiciones: su vida breve o corta fue una bendición para nosotros y la mejor manera de establecer su sentido y su significado, es acoger sin restricciones e incondicionalmente a los que él quiso, así como lo hace Dios que está lleno de misericordia y amor.
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