caracter y libertad

 Capítulo VIII

CARACTER Y LIBERTAD


El carácter de una persona según  Lersch se refiere a la configuración única de elementos del fondo endotímico acompañados de la configuración única de la superestructura.La modificación del fondo vital Lersch no se la plantea. Al carácter Lersch le aplica las ocho características de lo vivo, la tendencia a la autoestructuración y la tendencia al desarrollo y la evolución. Por ellas nos damos cuenta que describir un carácter con todos sus rasgos fijos en el tiempo en lugar de autoconfiguraciones que se van reajustando en el tiempo es una ficción teórica.


La formación del carácter implica la restauración de la imagen y semejanza de Dios en el ser humano que implica llegar a poseer los siguientes rasgos según están explicitados en Mateo 5:  Los pobres de espíritu cayos rasgos principales son sentir la pobreza espiritual y anhelar y buscar desarrollo espiritual que Dios desea para cada uno de nosotros; Los que lloran caracterizados por un dolor por el pecado, por el arrepentimiento de haber causado dolor a Dios, el prójimo y a sí mismo y la pérdida de la capacidad de amar; 


Los mansos que sirven a los demás sin esperar retribución, los que se han vaciado del yo para tener siempre en cuenta al otro como prójimo esperando con toda paciencia su cambio y transformación; los que tienen hambre y sed de justicia  que siempre buscan conocer y experimentar el verdadero amor compartiendo la visión de Jesús para la humanidad, conviviendo permanentemente con él, revelando el amor compasivo de Dios; misericordiosos que están junto con Dios para librar a otros y librarse ellos de la culpabilidad, los que aceptan al otro sin condiciones para que nazca en ellos el deseo de redención, los que procuran salvar y no condenar 


Los misericordiosos son aquellos que manifiestan compasión para con los pobres, los dolientes y los oprimidos, los que son canales para que llegue a otros el amor de Dios; los de limpio corazón que no sólo están exentos de sensualidad y concupiscencia sino también fieles en pensamientos y motivos libres del orgullo y del amor propio, generosos, con amor desinteresado hacia los demás; los pacificadores que renuncian al pecado y abren el corazón al amor de Jesús para que por gracia venzan la enemistad, apacigüen la lucha y llenen el corazón propio y de los otros de amor.


Los que padecen persecución por causa de la justicia que no dan licencia al pecado a costa de atraer sobre ello la hostilidad, los que prefieren el amor al odio, la verdad al engaño, los que en la hora de la persecución reflejan el carácter de Dios; los que por mi causan os vituperen y os persigan porque reflejan el carácter de Dios de igual manera en la calma como en la tormenta sin dejarse arrastrar por las circunstancias, los que se sostienen testificando por Cristo en todo momento como, viendo al invisible.

Los rasgos de carácter con que Jesús introduce el Sermón del Monte son solidarios entre sí, es decir, que existen todos o no existe ninguno, que se perfeccionan todos o no se perfecciona ninguno, que se deteriora uno y se deterioran todos.


Habiendo expuestos los rasgos de carácter que Jesús nos invita a poseer cabe hacerse la pregunta ¿cuál es el papel de la enseñanza y la educación en la adquisición de ellos?. La respuesta es simple y a la vez compleja: por medio de la enseñanza obtenemos una primera comprensión del significado de cada uno de ellos y de su relación estructural y se establece en nosotros el deseo de adquirirlos, mediante la educación que es básicamente formación, guiados por El Espíritu Santo descubrimos el sentido, se abre la posibilidad de ir profundizarlo, transformarlo en experiencias y adquirirlos.


¿Y qué papel juega la libertad en su adquisición?. La libertad tiene dos caras que son imposibles de separar: libertad de: nos libertamos de lo que no queremos en nuestras vidas y libertad para: ir tras la consecución de un ideal. Y estos rasgos realmente representan eso, pero debemos identificar aquellos que son incompatibles con nuestra meta y eso implica poner nuestras capacidades mentales al servicio de lo espiritual.

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