autorretrato 3333,3 (periódico)
AUTORRETRATO 3333,3 (PERIÓDICO)
Soy un hombre que después de intentar tener una página WEB, se confirmó con un Facebook , odia las fotografías y la que puso en su perfil, nunca la ha cambiado. Tengo entre setenta y siete y setenta y ocho noviembres; todas las mañanas hago las correspondientes morisquetas frente a un espejo, donde al otro lado hay un individuo que se ríe amablemente de mí, mientras yo inspecciono mi cogote a ver cuánto me ha crecido la papada. No soy manada en retirada del espejo, tampoco del reloj aunque ahora me lo he estado poniendo para darle en algo la razón a Ubiergo.
Durante treinta y siete años, en mi labor docente no transmití ninguna idea propia; mis alumnos creían que sí, sólo porque no habían leído los mismos libros que yo o desconocían los temas de lo que estaba hablando. Participé en la acreditación de la universidad y tengo el honor de afirmar que en los documentos presentados en primera vuelta no existía ni una sola idea que fuera propia. Sólo defendí una a la que me parecía imposible renunciar, pero un pedante que creía entender todo de todo mató para siempre esa ilusión. No entiendo porque Dios creo tantas rosas y ninguna igual a otra.
La peor ofensa que me han hecho es la acusación de haber escrito en las paredes de la universidad mis reinvindicaciones, como si el hombre que le dijo a una alta autoridad académica de la universidad en que trabajaba antes del 74 que no quería estar ahí cuando tuviera asco de si misma por su contribución a la violación de los derechos humanos, necesitara las sombras y el ocultamiento nocturno para expresar sus ideas.
Tuve un amigo que me preguntó si me creía un escritor o un escribidor y no supe en ese momento que contestarle, ahora podría: soy un delirante, un hombre sentado en un sillón y sin embargo fuera de quicio: no creo en la racionalidad, tampoco en la vitalidad, ni la emocionalidad: creo en el ser humano, en la persona total, en su maravillosa complejidad y su inconmensurable unidad y sus extraordinarias posibilidades de libertad.
Hay algunos que quieren que escriba cortito, clarito, diáfano, transparente que ojalá lo que aparezca en el papel, sea un soplo, un suspiro, una brizna de paja. A esos les comunico oficialmente por decreto supremo y bando sin número que les prohibo que me lean y que no me interesan que lo hagan. De hecho esto no es para ellos, es sólo para mi, para cuando se me haya pasado la fiebre pueda decirme a mi mismo: Fui hombre que no sólo usó su tronco encefálico (sin ofenderlo) sino su corteza, la parte media y profunda de su cerebro. Es decir, viví y valió la pena.
Creo en mi familia: la grande, la mediana y la pequeña y sobre todo quiero a mi hija y a mis nietos, que vinieron poner de cabeza mi mundo a través de los sorprendente e inesperado y que me recuerdan a una niña pequeña saltando de rama en rama de árbol en árbol., mientras un adulto se toma la cabeza con sus dos manos.
Creo en Dios, no en ese ser metafísico y antológicamente incomprensible sino en Enmanuel, aquel en que yo puedo confiar y que se esfuerzan en acartonarlo, dictarle como debe gobernar el mundo, desfigurarlo a cada rato.
ETC.
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