análisis literario El sistema educacional adventista IX

 ANÁLISIS LITERARIO EL SISTEMA EDUCACIONAL ADVENTISTA IX

No faltará quien se pregunte que relación tenía el artículo anterior con las características del sistema educacional adventista. Aunque fue escrito en primera persona tenía la intención de establecer que para ese momento era imprescindible que el personal fuera misionero y lo eran los docentes y no docentes que trabajaban allí, también era importante que mantuviéramos una relación cercana entre nosotros y con los alumnos; tanto es así que todos vivíamos en el “campus”.  De eso vamos a hablar ahora, advirtiendo que los hechos que vamos a recordar no estarán necesariamente en orden cronológico.

 

El día sábado de noche salíamos de “parranda” nosotros vestidos de forma informal, algunos alumnos y alumnas vestidas especialmente para la ocasión y el resto como quisieran, salíamos nosotros de nuestras casas y los alumnos del internado y nos dirigíamos al comedor que en ese entonces estaba ubicado onde hoy está la escuela de teología. Allí desde nuestra perspectiva se jugaban los juegos más raros: uno del que ahora recuerdo era el viejo molinero que se jugaba en parejas, parejas de alumnos y a veces una que otra pareja de miembros del personal. Si uno participaba era para entretenerse, pero las parejas de alumnos para aprovechar la oportunidad que se les ofrecía de tomarle o tocar la punta de los dedos de la amada. Me divertía mucho observar la cara de expectación de niños y niñas esperando ansiosamente el momento de encontrarse cara a cara. Pos supuesto habían muchas actividades en que jugábamos sin intenciones “aviesas”, contábamos anécdotas, nos reíamos en un amiente totalmente distendido. A eso le llamábamos recreación y para nosotros era lo contrario a la diversión.

 

Otra actividad recreativa eran los paseos que como profesor jefe hacíamos a la nieve. Recuerdo especialmente uno en que con mi curso transportados por un camión llegamos a la falda del volcán Chillán. Antes de llegar ahí los alumnos me preguntaron si los iba a acompañar en la subida, yo sin saber lo que me esperaba les dije por supuesto que si. Llegamos y grande fue mi sorpresa cuando los alumnos incluidos los míos saltaron como conejos del vehículo corriendo desaforados ladera arriba. Pensé están locos se agotarán antes de tiempo así que preferí irme con elgrupo de las señoritas que se lo tomaban con mucho más calma.

 

Empezamos a subir y ya estábamos bastante alto cuando una señorita que era mi alumna y que iba en un grupo paralelo al mío un poco más arriba se tropezó y empezó a rodar cuesta abajo, yo me tiré en diagonal para detenerla, chocamos y ella se detuvo y yo terminé colgado de las piernas de un arbusto. Me descolgué y decidí alcanzar al grupo que iba mucho más adelante, preocupado por la posibilidad que tuvieran un accidente. No pude alcanzarlos pues ellos llegaron al punto más alto antes. Pero vieron mi esfuerzo y me animaron para que subiera. Así que decidí hacerlo y cuando estaba por dar el último paso para cumplir mi propósito me fui de espalda y rodé ladera abajo.

 

Antes que me detuviera mis alumnos estaban a mi lado y Alberto Villegas anunció mi muerte por segunda vez en mi vida. Me paré y como era hora de volver les pedí que por favor regresaramos, cosa que ellos empezaron a hacer al instante con la misma energía y rapidez que al principio yo traté de seguirlos pero mi rodilla no me respondía, me caía a cada rato pero me las arreglé para bajar de cualquier manera y por fin pude sentarme en el vehículo que hace rato me estaban esperando pues fui el último en bajar desde la montaña.

 

Partimos de vuelta al Colegio. Sentado dentro de él con gran satisfacción sentí que todos mis malestares desaparecían. Al llegar me bajé del vehículo, las piernas se me doblaron y quedé sentado en el camino. Miesposa que andaba con otro curso no había vuelto aún y ella tenía la llave de la casa. Mis alumnos me condujeron en andas a mi hogar. Abrieron una ventana, Entraron por ahí. Me abrieron la puerta. Me introdujeron en el baño. No sé si en la tina, el heho es que cuando mi esposa regresó yo estaba dentro bañándome. ¡Qué alumnos extraordinarios aquellos!. En algún momento de ese día deben si mal no recuerdo haberme enyesado o a lo mejor no. Lo único que me acuerdo es que el accidente no interrumpió mis actividades docentes. 

 

En algún momento de mi estadía en el Colegio, Jorge Urrejola decidió hacer una maratón y todos nos entusiasmamos con la idea: teníamos que ganarle y mostrar a la gente que el estilo de vida adventista era el adecuado. Era una carrera de relevos y el día que se realizó la primera habíamos un conjunto de miembros del personal que esperábamos ansiosos la llegada de nuestros alumnos, esperando que fueran los primeros en llegar a la meta. Uno de los componentes de la dupla (¿o eran más?) que debía recorrer el último tramo de la carrera era Parrita: Al disponerse a atravesar la meta como ganador y viéndome entre los espectadores alzo las manos y dio un rugido gritando: “Aprobé Fundamento”. Yo era su profesor. Al escucharlo con la cara roja de vergüenza”, y con una sonrisa en los labios me acerqué al podio donde se entregaban los premios a los ganadores ¡Qué tiempos aquellos!.  CONTINUARÁ

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