Análisis literario el sistema educacional adventista VII

 ANÁLISIS LITERARIO EL SISTEMA EDUCACIONAL ADVENTISTA VII b

Una persona me preguntó que tenía que ver con el sistema educacional adventista con lo que escribimos en el VI de esta serie. Queremos recordar que anteriormente habíamos definido enseñanza como cualquier curso de estudios y en este sentido las clases lo son; y como educación las actividades formativas que a veces se incluyen en el proceso de enseñanza y otras no pero que también pueden darse en forma separada y las reconocemos como tal por tener esa intención central.


Las actividades educativas “oficiales”  en las que participan los alumnos internos además de las clases son: Levantarse, asearse, asistir a un culto, asistir a un acto cívico,  lavar la ropa, alimentarse, recrearse, trabajar, pololear, estudiar, dormir, preocuparse del orden y el aseo del entorno, consultar libros en la biblioteca. En algunas de ellas participan todos los alumnos y en otras no. Como la actividad de la lavandería participaban sólo las alumnas nos atrevíamos a afirmar que este hecho definía claramente un tipo de relación hombre y mujer y agregamos ahora esa es una limitación a la coeducacionalidad característica del sistema educacional adventista desde el comienzo. 


Una idea en la que hemos insistido además es que la integración enseñanza y educación es imprescindible para un establecimiento adventista porque para ellos la formación para la vida debe acompañar a la formación intelectual


Cuando asistí a la primera reunión de personal me extrañé que asistieran junto con nosotros los “Jefes de departamento”: preceptores, Bibliotecaria, “jefe del campo”, lavandería, encargado de las aves, jefe de jardines, jefe de la panadería, jefe de jardines, carpintería, mecánico, etc. Al preguntar por algo tan curioso se me contestó que todos ellos participaban en la educación de los alumnos a través del trabajo físico.


Ahi me enteré que todos los alumnos y alumnas debían trabajar y que en los “departamentos” trabajaban alumnos “regulares”, “semindustriales” e “industriales”: Las “regulares” (pagaban sus estudios los padres) dos horas diarias, Los semindustriales (vaya nombrecito, pagaban los padres y el alumno con su trabajo) cuatro horas diarias y los industriales (peor aún, se autosustentaba) cuarenta y ocho horas; trabajaba un año completo sin estudiar para el siguiente despreocuparse totalmente del pago. El Trabajo lo realizaban en los “departamentos”, dirigidos por los jefes respectivos quienes controlaban que cumplieran con las horas asignadas.


El trabajo físico era tan importante para el sistema que después lo integraron al currículo de las carreras con nombres como carpintería, jardinería, etc. Lo ideal era que el trabajo fuera sistemático: dos, cuatro o las que correspondiera diariamente y no se hicieran todas las horas en un sólo día: pero eso a veces por diversas razones no ocurría además de lograr que los alumnos fueran diligentes el trabajo pretendía capacitar al alumno para en el futuro, en caso de cesantía pudiera realizar una actividad remunerada.


La oportunidad de trabajar como alumno interno “industrial” hizo posible que muchas personas sin recursos pudieran completar su enseñanza media e incluso algunos obtener un título. Si a esto agregamos aquellos que vendían en Chillán productos de la panadería o colportaban durante las vacaciones llegando al mismo fin. Producto de todo esto fue la heterogeneidad económica de los alumnos de la institución.


La exigencia de trabajar desaparecía durante la práctica profesional, sin embargo, mis alumnas “parvularias” debieron hacer bastante ejercicio físico y algunos “impropios” de ellas como era el trabajo de carpintería: el “autosustento” a veces es necesario en circunstancias extraordinarias. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Análisis literario: El reemplazante

análisis literario la barca sin pescador

Análisis literario a dos metros de ti