un sentido pésame

 UN SENTIDO PESAME


La vida va triturando lentamente los recuerdos hasta que quedan sólo unos pocos y a veces ninguno, en muchos artículos de tipo personal he afirmado que he vivido como zombi y ahora digo que voy a morir como tal. M vida entera consiste en enormes lagunas, lagunas de mi infancia cuando vivíamos en Allipén, lagunas de mi adolescencia en Temuco, personas que conocí en la Universidad, con las que tuve una estrecha relación y fueron desapareciendo en el tiempo, otras que formaron parte de mi vida espiritual pero ya no están. El núcleo de mi memoria ha sido mi familia y a ese me aferro desesperadamente.


De ese núcleo a propósito de su fallecimiento emerge poderosamente la figura de la Minda, Mindita como la llamábamos cariñosamente que formó parte de nuestro hogar durante toda mi infancia ella me acunó, me hizo dormir, me alimentó, en pocas palabras me crió y me habló de muchas cosas según la experiencia que ella tenía del mundo yo la consideraba una mujer adulta, pero ahora que lo pienso no debe haber tenido más de 15 años cuando me conoció si es que eso ocurrió cuando yo nací  en el año 46, por el año 1950,  y estas son todas conjeturas el primer  amor impacto su vida y nació la Silvia, compañera de toda mi infancia, pero el amor definitivo, Rodolfo,  le llegó arriba de una golondrina que trasladaba a las personas que viajaban o venían de regreso de La Hacienda Allipén, amor que poco a poco se fue fortaleciendo y del cual yo me sentí siempre un poco cómplice hasta que se casaron y se establecieron en una de las casas para los trabajadores del Molino Allipén a no más de quinientos metros de la casa de ferrocarriles donde nosotros vivíamos.


Allí donde ella vivía nacieron sus hijos y allí iba frecuentemente a tomar once y a conversar en un hogar en que siempre me acogieron con cariño y allí también conoció el amor mi inseparable compañera de la infancia la Silvia.


La vida transcurría lentamente, Rodolfo murió, ellos abandonaron Allipén y se instalaron en Padre Las Casas, casado ya, cuando tenía poco más de veinte años abandoné Temuco y a la Mindita y su familia la veía ocasionalmente cuando ella nos acompañaba a enterrar nuestros muertos y de sus hijas me informaba ocasionalmente cuando iba a visitar al tío Guido al Obispado.


Cuando murió Intenté contactarme con Jacqueline pero no me respondió y no insistí porque estaba preocupado de la salud de un primo hermano de mi esposa que por esos días también falleció, ahora que la muerte ha terminado su labor, meditando frente al computador casi me alegro que Jacqueline no haya contestado el teléfono, no habría sabido que decirle que en vista de la relación que con su mamá tuve hubiera tenido un sentido.


Siento pena por la pérdida que para ustedes implica, Su madre era una mujer fuerte que a pesar de todos los obstáculos supo darles a todos un hogar, una mujer que valoró por sobre todas las cosas a su familia y que sin duda debió enseñarles muchas cosas hermosas, una mujer que tuvo sueños y los cumplió en ustedes.


Que la paz y las bendiciones de Dios los acompañe.

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