Cartas a mis nietos 5

 CARTA A MIS NIETOS 5


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Queridos nietos; En el entendido que quisiera que esta carta fuera leída por ustedes cuando sea mayores de edad y que estas opiniones son personales válidas sólo para mí es que escribo sobre un tema tan espinado como la eutanasia. 


Al pasar frente al televisor escuché a un congresista decir referente a un esposo que había ayudado a morir a su esposa: nosotros estamos estudiando una ley que permite practicar la eutanasia en ciertos casos. Me encolericé mucho al pensar que tengo que pedir al Estado permiso para morirme ¿Quién les otorgó ese derecho. La vida que yo tengo se la debo a Abel Rodríguez y Victoria Jarpa que en un momento del tiempo por principio del año 1946 tuvieron un coito producto del cual hice mi aparición en el mundo, no muy campante ni sonante pues nací semiasfixiado o perteneciente a otra especie como podría pensarse por mi mutismo inicial y mi  hermoso color azul.


La vida es un don maravilloso que Dios le dió a los seres humanos como especie y es un hecho biológico que compartimos con otras y sólo vale la pena vivirla si tomamos conciencia de nosotros mismos y el mundo que nos rodea, podemos actuar en él, tener un mínimo control y podemos decidir. No concibo un Dios de amor que me obligue a seguir viviendo entre alaridos de dolor o para que del útero de mi madre vaya a pasar directamente al SENAME, que además sería contrario a la aseveración cristiana de que somos seres éticamente libres.


La decisión de poner fin a la vida anticipadamente es estrictamente personal y es un derecho humano esencial que no debiera ser conculcado por nadie. Parece que alguna vez yo di a conocer mi opinión personal sobre el tema porque se me acercó un pastor cuando mi madre estaba enferma  para decirme que Dios no era partidario de la eutanasia (o algo parecido).


Tuve el privilegio de vivir con ella los últimos años de su vida hasta que una noche fue al baño y al salir de él se había transformado en un mono inarticulado. La llevamos al hospital y después de examinarla nos dijeron que nunca iba a recuperar su conciencia, que fue lo que ocurrió hasta que dejó de respirar. Nunca había conversado el tema con ella y mientras tuvo inconsciente la visité todos los días, la tomaba de la mano en un vano intento de hacer contacto con ella. En la última etapa empezó a paralizarse la ¨garganta¨ y ya por si misma no podía eliminar la flema que se acumulaba en ella, por la que tuvo que ser auxiliada mecánicamente: como había ahorrado parte de su sueldo decidí gastar toda su plata para disminuir su sufrimiento y así lo hice y en un momento no me quedó ni un peso y en ese momento falleció.  ¿que habría hecho yo si eso no ocurre? ¿habría mantenido mi postura sobre la muerte?


Ya la había mantenido en el caso de mi tía que murió en el hospital del profesor, cuyo caso tuvo la misma connotación del de mi madre. Ambas no pudieron decidir por si mismas-


Si ya viejo pierdo mi identidad intérnenme en un asilo. Si la enfermedad me transforma en un vegetal no me auxilien para seguir viviendo. Por favor, no me den una sobreviva de acuerdo a conceptos religiosos que otros poseen pero yo no comparto, no me obliguen a vivir con desesperanza, dolor y miedo.

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