A PROPOSITO DELCORONAVIRUS EL AUTOCUIDADO Y LA SOLIDARIDAD

 A PROPOSITO DEL CORONAVIRUS: EL AUTOCUIDADO Y LA SOLIDARIDAD


Los beatos, las beatas y los amantes del Estado de Derecho arman un inmenso escándalo cuando un grupo de fiesteros es sorprendido con las manos en la masa: a un programa de televisión le faltó filmar las peripecias de dos mujeres embarazadas que se metieron en el entretecho para escapar de la fiscalización.


Lo ocurrido viene a mostrar que en Chile el miedo a la muerte no es suficiente para formar una conciencia de autocuidado una de las funciones que debería ser relevante para el sistema de salud y en la que a todas luces ha fallado.


La posibilidad de autocuidado, lo debíamos haber sabido hace mucho tiempo, pero parece que lo estamos descubriendo ahora, está íntimamente relacionado con la posibilidad real de concretarlo. UN ejemplo: cuando el cólera llegó a Chile se le propuso a las mujeres medidas muy simples para detenerlo, al alcance de la mano, ellas las pusieron en práctica, tuvieron éxito y el cólera se detuvo. Por eso necesitamos saber si queremos aprender algo cuántos de los fiesteros acataron al principio las medidas y las abandonaron después.


Entre los que en ningún momento las tuvieron en cuenta debemos distinguir los enfermos mentales “qué porcentaje de ellos existen en Chile y cuáles tienen una ayuda médica eficaz, que ciertamente no pasa por aislarlos sin ninguna causa aparente.


Hace siglos cuando estudiaba me hablaron de los apolineos y de los dionisiacos, los primeros partidarios de la mesura y los segundos de la desmesura. En las políticas de salud sólo se tomo en cuenta a un grupo y no al otro ¿qué porcentaje existe en Chile de unos o de otros? ¿Cuánto se demorarán los dionisiacos de recuperar lo que ellos llaman “alegría de vivir¨, sentido de la vida. 


Es indudable que los “malos divorcios”, producen la disgregación social de la pareja y la familia que para sobrevivir tienen que jugar al sálvese quien pueda, siendo afectados en ellos el poco sentimiento de solidaridad que ellos pudieron tener, si a eso se agrega la disolución consciente de toda estructura social y económica solidaria no entendemos por qué debería la persona preocuparse del bienestar o la salud del prójimo, sobretodo si los infectantes iniciales tenían intereses absolutamente diferentes de amplios grupos sociales que ahora tienen que esperar que el virus se propague.


Una personera política rechazaba   ardientemente la idea que su hijo o hija pudiera compartir sus conocimientos con un compañero de curso, perdiendo el tiempo y privándose del éxito que el o ella pudiera alcanzar. Y mientras ella decía esto algunos espectadores la aplaudían en su interior.


Conscientes o no hemos construido una sociedad cuyos principios y valores establecidos con ahínco contribuyen a ponernos en mayor peligro y a disminuir la posibilidad de tener el amor del prójimo o siquiera que este tenga la oportunidad de entregárnoslo.


Soportemos estoicamente y dejemos de cacarear como gallinas tratando de que otros se porten éticamente y abracen una moral que nosotros mismos hemos contribuido a construir y no usemos mecanismos para crear manidos sentidos de culpa.


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